A partir de esto, hay que entrar a cuestionarnos si los métodos de manifestación y las formas en la que nos revelamos hacia ciertos sistemas no se empiezan a volver obsoletas frente a estas nuevas dinámicas. Ahora un activista con un megáfono en la calles repitiendo una y otra vez un gran discurso es menos efectivo que un par de frases en un trino o un estado de Facebook, o una selfie es replicada millones de veces por la red a diferencia de este mismo activista repartiendo panfletos en las calles. Entonces, si antes un grafiti, un rayón invasivo en la pared de una propiedad privada representaba una manera de manifestarse y de enfrentarse a ciertas normas de un sistema, ¿no encontraría ahora su equivalente en la invasión y manipulación del código fuente de una página web, en la edición digital de la imagen de alguien, o algo de esta naturaleza?, ¿acaso no nos impacta hoy en día más lo que vemos por una pantalla en vez de lo que vemos por la ventana de un carro?, ¿o acaso no nos influye más una serie de imágenes en un video de dos minutos que toda una ideología en los interminables discursos de los políticos o de los activistas?. Es aquí donde el internet se empieza a convertir en la mejor plataforma para manifestarse en la actualidad, el lugar donde estas acciones pueden llegar a tener un valor realmente trascendental.

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